Dajabon RD. En la vida política y en la vida social, siempre habrá diferencias de criterios, visiones encontradas y posturas firmes.
Eso es parte de la democracia, de la pluralidad y del respeto a las ideas ajenas. Pero cuando se tienen argumentos sólidos para defender lo que creemos, no hay necesidad de caer en el terreno bajo de lo personal.
Un verdadero líder no se refugia en insultos ni en ataques directos contra la honra de los demás. Por el contrario, expone sus razones con claridad, con fundamentos y con respeto, porque sabe que la fuerza de un buen argumento es más poderosa que cualquier ofensa.
Los pueblos cansados de engaños y de la mediocridad política esperan que se les hable con la verdad en la mano y no con la descalificación en la boca. La política no debe ser un ring donde gana el que más golpee, sino una mesa donde se construyan soluciones a los problemas que agobian a la gente.
Cuando se habla con ideas, cuando se presentan pruebas, cuando se confrontan proyectos y programas, ahí es donde se demuestra quién tiene razón y quién solo busca manipular.
La historia ha dejado claro que los ataques personales se olvidan, pero los argumentos que transforman una sociedad quedan escritos con tinta permanente en la memoria colectiva.
Hoy más que nunca necesitamos debates serios, discusiones responsables y líderes que eleven el nivel del discurso. Que no se escondan detrás del agravio, sino que den la cara con hechos y propuestas.
Porque al final, cuando se tiene argumento para hablar, no se necesita herir ni humillar a nadie. Se necesita, sí, la valentía de sostener con firmeza lo que se cree y la humildad de reconocer lo que se debe cambiar.
Hablando Claro